-Primera
– primera planta de las veinte que subía y bajaba cada día Lola para llegar al
altísimo despacho de oficinas en el que trabajaba.
Aquella
mañana tenía más sueño de lo normal, tomar una copa con sus amigas entre semana
no había sido la mejor de las ideas. Bostezó cubriéndose la boca para no
molestar al señor que tenía a dos milímetros, intentaba no tocarle lo más
mínimo, tendrían que escalonar los horarios de entrada en las oficinas, pero no,
todos a las nueves en punto, cada mañana Lola pensaba lo mismo.
Por
fin llegaron a la planta quince y allí se bajó casi todo el mundo, Lola se
arregló su aburrida chaqueta y se cambió el maletín y su bolsa de comida de
mano. Sólo se quedó en el ascensor un señor y ella.
-
Madre mía cuánta gente cabe en este ascensor, si un día se estropea en hora
punta no me lo quiero ni imaginar – como era de buena educación mirar a las
personas cuando te hablan, se quedó mirando a su único acompañante con una leve
sonrisa. Era alto y fuerte y llevaba un bonito e impecable traje con un pañuelo
rojo igual de impecable. Su maletín era de una marca carísima y sus zapatos
ingleses dejaban ver un poco sus calcetines que eran del mismo rojo que su
pañuelo.
-
Si, espero que eso nunca ocurra, no me lo quiero ni imaginar – justo le
contestó para ser simpática y el ascensor se paró de forma tan brusca que sin
quererlo se abalanzó sobre él sin poder evitarlo, suerte que no llevaba puestos
su tacones porque si no hubiese ido a parar encima de él en modo plancha.
-
Vaya lo siento, es lo único que alcanzó a decirle, mientras le arrugaba su
perfecto pañuelo rojo – en ese momento sentía sus mejillas del mismo color.
- No
se preocupe, creo que se ha parado, en mala hora se me ha ocurrido decir lo que
he dicho, ¿verdad? su sonrisa era maravillosa y a pesar de su porte parecía que
no se había enfadado con ella.
-
Bueno al menos estamos solos – cuando se ponía nerviosa le daba por decir
estupideces, claro hombretón estamos solos encerrados en un ascensor y ahora ya
podemos bailar un vals,…
-
Eeehmm si, hay que ver el lado bueno de las cosas – que simpático y que bien le
caía y eso que no sabía absolutamente nada de él.
-
¿Le faltaba mucho para llegar a su planta? – no sabía que decirle que situación
más embarazosa.
- Pues
tenía una reunión en la planta veinte con el Sr. Jackson – vaya era el Director
General de su compañía en la que ella trabajaba como Assistant de Dirección de
otro de los jefazos.
- Yo
trabajo en la planta veinte, el Sr. Jackson es nuestro Director General –
empezaba a hablar como una persona normal por fin.
De
repente una voz sonó a través del altavoz del ascensor, la voz les dijo que no
se preocuparan pero que la avería era grave y estaban haciendo lo posible para
sacarles de allí, que tuvieran paciencia y guardasen la calma.
-
Vaya parece que esto va para rato, me voy a sentar con su permiso, ¿me quiere
acompañar? - se iba a poner el traje
perdido, y ella también pero por suerte llevaba pantalones así que sentarse no
iba a ser ningún problema.
- ¿Porqué
no? Tengo la comida del mediodía y agua, creo que aparte de café no nos falta
de nada – se estaba relajando por momentos, aquél hombre la hacía sentir
realmente bien.
-
Perdone la indiscreción, tiene usted un precioso acento, ¿de dónde es? – educado
era un rato, porque su acento podía ser muchas cosas pero precioso no era.
- Mi
acento no es precioso, soy española llevo viviendo tres años en Nueva York, y
aún tengo acento, eso no es bueno – le dijo haciendo una mueca con su boca.
-
Bueno no sabía de dónde era usted así que no es malo y sí es un acento
precioso, entre español y británico, mucho más elegante que el acento
americano, o a mí me lo ha parecido.
-
Soy Anthony Clark – estiró su mano para coger la mía y besármela, era la
primera vez en toda su vida que un hombre le besaba la mano y le encantó.
-
Lola, Lola Ávila, es un placer, ¿cree que alguien nos echará de menos?, no
tengo cobertura y no puedo avisar, estaba nerviosa siempre había sido
excesivamente cumplidora y no le gustaba no poder avisar a nadie.
-
Bueno quizás si, a mí me esperaban y la persona para la que usted trabaja
seguramente también, si usted fuese mi assistant yo la estaría echando de menos
- ¿perdón? ¿se podía ser más amable?
El
ascensor arrancó y empezó a bajar muy lentamente, los dos se quedaron callados
mirándose.
- ¿No
le parece que han arreglado este trasto demasiado rápido? Estaba muy a gusto
hablando con usted, ¿quiere que comamos juntos? – no perdía el tiempo.
-
¿Hoy? Bueno será un placer – no tenían mucho tiempo antes de llegar así que se
tiró a la piscina, aquél hombre le gustaba desde el primer momento en que lo
vio.
El
ascensor no tuvo piedad.
-
Primera
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