Seguimos con los relatos cortos de ficción, todos han sido escritos por mí, todos son ficticios, los personajes que en ellos aparecen no se parecen a nadie que me rodee, por suerte en algunos casos, pero a veces las cosas que les pasan a esos personajes nos pueden resultar familiares.
Los
miércoles no le gustaban, las asignaturas eran pesadas y aburridas y los profes
unos auténticos tostones. Siempre estaba tentada de hacer campana, llamar a
cualquier compañera, convencerla, que no hubiese sido difícil, y pasar el día
tomando el sol en algún parque de su preciosa ciudad.
Pero
su recta y disciplinada educación le impedían hacer algo considerado “mal
hecho”, así que se acurrucó en el asiento del autobús que cada mañana cogía a
las seis cuarenta y cerró los ojos. La última parada antes de salir hacia la
autopista era la que más gente recogía, ella siempre dejaba su preciosa maleta
en el asiento de al lado con la esperanza de ir sola, pero ese día no fue así:
-
Perdona,….
Abrió
un ojo y vio a un chico un poco mayor que ella con cara simpática que le pedía
que quitara su maleta para sentarse.
- Si
claro, perdona – de nuevo su esmerada educación entraba en acción
No
pudo ver su cara demasiado bien solamente sabía que iba a ir estrecha todo el
viaje por su culpa, seguro que quedaban asientos más atrás, que manía con
sentarse tan cerca de la puerta.
Salieron
a la autopista y cerró los ojos. Notaba la pierna de su compañero de asiento,
apoyada en la suya y no podía evitar sentir algo extraño que no solía sentir, no
sabía lo que era pero no pudo descansar intentando no tocarle. Él se bajó en la
primera parada, así que solo alcanzó a verle por el rabillo del ojo. Era moreno
y tenia el pelo alborotado sólo pudo ver claramente que llevaba una mochila muy
chula.
Las
aburridas clases del miércoles transcurrieron tal cual, sin sobresaltos ni
sorpresas que hicieran cambiar la idea que tenía de ellas. Al acabar se fue a
la biblioteca, siempre le gustó aquél lugar, un lugar tranquilo donde podía
descansar la mente de ruidos, y concentrarse únicamente en leer y estudiar, no
podía entender porqué la gente usaba auriculares con música en la biblioteca,
no tenía ningún sentido.
Pero
ese miércoles era distinto porque no podía quitarse de la cabeza a su
misterioso compañero de autobús. Se preguntaba una y otra vez si al día
siguiente también cogería el mismo autobús, y si se sentaría a su lado, ella
una chica de pueblo no le había visto nunca y sólo sabía que tenía muy buen
gusto para las mochilas.
Al
día siguiente llegó puntual a la parada como siempre, subió esperando que en la
siguiente apareciese su misterioso compañero de mochila súper guay.
Estiró
su largo cuello cuando el bus se detuvo en la parada donde él había subido el
día anterior, miró a cada una de las personas que subieron aquél día pero él no
estaba,…
Un
día más estiró su cuello pero de entre todas las personas que subieron ninguna
era él,…
Un
día más ninguna era él,…
Ninguna,…
Nunca
más le volvió a ver, pero sabía que si el destino le hubiese dado alguna
oportunidad aquella persona hubiese formado parte de su vida, porque lo que
sintió aquél día no lo volvió a sentir jamás.
Pasaron
los años y siguió estudiando su carrera, y siguió cogiendo el autobús y siempre
levantó su largo cuello al llegar a su parada, y conoció a un hombre bueno y se
casó con él, y cuando iban al cine a la gran ciudad seguía levantando su largo
cuello en su parada. Y tuvo tres hijos y cuando los llevaba al médico a la gran
ciudad seguía levantando su largo cuello en su parada.
El
destino solo le dio una oportunidad de guardar en aquella preciosa mochila un
recuerdo y lo guardó mientras vivió como un precioso tesoro…..
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