No me lo puedo creer la verdad, estos días he huido un poco
de redes sociales porque me da la sensación de que la Navidad se me ha echado
encima como un alud, sin avisar y por la espalda. De repente las redes se
inundan de chistes y frases de buenos propósitos, y se acercan las fechas y
cambian las felicitaciones, pasamos del Feliz Navidad al Feliz Año con tanta
rapidez que me abruma un poco, en algunos
momentos me apetecería decir lo contrario tipo que paséis todos una Navidad
horrible, por cambiar un poco, no sé a veces siento estas cosas, yo debo
confesar que he felicitado muy poco, pero supongo que ninguno de mis amigos
cree que no responde al hecho de que les desee unas Malas Navidades, porque se
sobreentiende que si quieres a alguien siempre y siempre le deseas lo mejor,
¿no? Quizás responda a esa manía que cada vez tengo más clara de ir
contracorriente, alejarme de la masa y hacer exactamente lo contario de lo que
se espera que haga. En fin que la Navidad ha llegado demasiado rápido, que los
días se acercaban peligrosamente y las peticiones a Papá Noël y los Reyes
estaban por hacer, la primera prueba superada y solo nos queda la segunda.
Es época de volver a replantearse las cosas, Enero y
Septiembre, meses de nuevos propósitos, meses para pensar donde estamos y donde
queremos ir, a mí me agobia un poco si os soy sincera, se espera de nosotros
que cambiemos algo en nuestras vidas pero cuando tú vida está tan estructurada
como ahora la mía, el mejor propósito es no proponerse nada.
Al final todo se reduce a no agobiarse, os cuento una
tontería muy gorda, se me acumula la ropa para plancha, como os lo digo, entre
lo que tarda en secarse en Sitges por la humedad y la falta de tiempo, la
montaña crece y crece y no baja nunca, hoy mañana de Domingo me he puesto a
planchar, fuera el día no llamaba a salir a la calle, mañana gris y ventosa, ¿que
cosa hay mejor en la vida que ponerse a planchar una mañana de Domingo? A mí no
se me ocurre ninguna.
Pues en ese momento cuando ya todo está a punto, la montaña
de ropa va bajando, la madera en la
chimenea quema sin parar, en la tele canta Adele en directo en su último
concierto en Londres y tus hijos tararean sus canciones mientras juegan en su
cuarto de jugar, porque la pesada de su madre se las pone a todas horas, pues
justo en ese instante, me siento profundamente feliz y planchar una fría mañana
de Domingo me parece lo mejor que se puede hacer en la vida.
Porque le pese a quién le pese eso es la vida, solo pequeños
instantes de inmensa felicidad, instantes en los que das las gracias por lo que
tienes, porque aunque nunca estemos del todo satisfechos, a veces las personas
que pensamos demasiado dejamos de soñar en lo que no tenemos y damos las
gracias por lo que si tenemos.
Quizás ese sea mi único propósito, dar las gracias y
quejarme menos.
¡Pues si me gusta!
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